1 Corintios 1,10

"Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio."
1 Corintios 1,10

La gracia (Parte II)

(Viene de La Gracia (ParteI))
Gracias sacramentales: 
Son las gracias específicas de cada Sacramento. Por ejemplo, en la Confesión la fuerza para evitar los pecados que confesamos. En la Confirmación: la fuerza para ser portadores del mensaje de Cristo.

Gracias de estado: 
Las específicas para cumplir las funciones a las que Dios nos ha llamado. Por ejemplo: los profesores para enseñar, los alumnos para estudiar, los padres de familia para educar a sus hijos.

¿Qué diferencia hay entre Gracia de estado y estado de Gracia?
Hay que vivir en estado de Gracia: mantener, cuidar y aumentar la vida de Dios en nuestra alma. Quien peca mortalmente pierde el estado de Gracia. Quien vive pecando venialmente, debilita el estado de Gracia y corre el riesgo de debilitarlo tanto que lo pierde con un pecado mortal.

Pero ¿por qué creen ustedes que es tan importante mantenerse en estado de Gracia y hacer crecer la Vida de Dios en uno?Tenemos que recordar para qué fuimos creados. No fuimos creados para esta vida aquí en la tierra. Esto es un paso. Lo importante es lo que nos espera allá.

¿Qué creen ustedes que sucede después de la muerte? ¿Se acaba todo?
El cuerpo se descompone, pues está sin vida, al separase el alma de éste en el momento de la muerte. Pero el alma, que no muere, pues es inmortal, es juzgada en el mismo momento de ocurrir la muerte, en lo que se llama el juicio particular. Es como una radiografía instantánea de la vida de la persona, por la cual el alma sabe, reconoce sin duda alguna y acepta sin oponerse, qué destino le corresponde: Cielo, Infierno o Purgatorio.

¿Qué es el Cielo?
El Cielo es el fin para la cual fuimos creados, pues Dios desea comunicarnos su completa y perfecta felicidad. Y esa felicidad no es sólo plena, sino además es eterna, es decir, para siempre.
Es imposible describir el Cielo con nuestra mente y palabras limitadas. Hasta San Pablo, quien según sus escritos pudo vislumbrar el Cielo, nos dice que “oyó palabras que no se pueden decir: cosas que el hombre no sabría expresar ... ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón humano puede imaginar lo que tiene Dios preparado para aquéllos que le aman” (2a. Cor.12, 2-4 y 1a. Cor. 2,9).

¿Qué es el Purgatorio?
Es un estado de purificación, porque para llegar al Cielo hay que estar totalmente purificado de todo pecado y de toda mancha dejada por el pecado.
El Purgatorio es como aquella agua con cloro en que ponemos una ropa blanca que ya está limpia, pero que tiene una mancha que no sale. Así son las manchas dejadas por el pecado, aún por el pecado confesado. Puede compararse también al relleno que hay que hacerle a una pared después de extraerle un clavo. El clavo (el pecado) ya no está, pero dejó una marca que hay que tapar. De las opciones que tenemos para después de la muerte, el Purgatorio es la única que no es eterna. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas, permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente. El Purgatorio es un dogma de fe, es decir, de obligatoria creencia por parte de todo cristiano. Pero no es un invento: a pesar de no aparecer la palabra “purgatorio” en la Biblia, la realidad de lo que significa este término está bien expresada en la Palabra de Dios. Por ejemplo, en 2 Macabeos 12, 41-40. Además, es un regalo de la misericordia grandísima de Dios.

Imaginemos por un momento si fuera cierto lo que creen la mayoría de los hermanos Protestantes: que las únicas dos opciones son sólo Cielo o Infierno.

¿Quién se salvaría?
Las almas que llegan al Purgatorio ya están salvadas: no pueden ir al Infierno. La única opción posterior que tienen es el Cielo.
Sin embargo, la purificación en el Purgatorio es “dolorosa”. La Biblia nos habla también de “fuego” al referirse a esta etapa de purificación. “La obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer ... El fuego probará la obra de cada cual... se salvará, pero como quien pasa por fuego” (1a. Cor. 2, 13-15). Tal vez la pena más dolorosa de la etapa de purgatorio sea la tardanza en poder disfrutar de la gloria de Dios. En el momento en que el alma se separa del cuerpo y se desprende de los lazos de la tierra se siente irresistiblemente atraída por el Amor Infinito de Dios. Por consiguiente, el retraso en poder gozar de la “Visión Beatífica” causa un dolor incomparable a cualquier dolor de la tierra.

¿Qué es el Infierno?
Del Infierno casi no se habla. Hay errores graves muy difundidos: unos creen que el Infierno no existe. Otros creen que sí existe, pero que allí no va nadie, aduciendo que Dios es infinitamente bueno, pero olvidándose de que también es infinitamente justo y que los seres humanos somos grandes pecadores. Se olvidan también que el mismo Jesucristo nos habló en varias ocasiones sobre la posibilidad que tenemos de condenarnos y que El mismo describió cómo es el Infierno. “Los malvados... los arrojará en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 13, 42). “Y a ese servidor inútil échenlo en la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación” (Mt.25,30). “Malditos: aléjense de Mí, al fuego eterno” (Mt. 25, 41). De hecho, el Infierno es de creencia obligatoria para los Católicos. Es de los dogmas de fe que presenta mayor número de textos de la Sagrada Escritura. Allí aparece con diferentes nombres (abismo, horno de fuego, fuego eterno, lugar de tormentos, lugar de tinieblas , gehena, muerte segunda, fuego inextinguible, etc.).
La más horrenda de las penas del Infierno es la pérdida definitiva y para siempre del fin para el cual hemos sido creados los seres humanos: la posesión y el gozo de Dios, viéndolo “cara a cara".

¿Cómo puede alguien condenarse?
La Voluntad de Dios es que todos los hombres lleguen a disfrutar de la Visión Beatífica. Dios no predestina a nadie al Infierno. Para que alguien se condene es necesario que tenga un alejamiento voluntario de Dios o una aversión voluntaria a El, un enfrentamiento o una rebeldía contra El y, además, que persista en esa actitud hasta el momento de la muerte (cfr. CIC #1037). Hemos nacido y vivimos en esta tierra para pasar de esta vida a la eternidad. Y allí habrá o “Vida Eterna” en el Cielo, al que podemos llegar directamente o pasando antes por un tiempo de purificación en el Purgatorio ... o habrá “muerte eterna” en el Infierno.

¿Además del Juicio Particular, habrá otro juicio?
Sí. El momento de la Segunda Venida de Cristo, todos resucitaremos, y tendrá lugar el llamado Juicio Final o Juicio Universal. (cf. Mt. 25, 31-46) Por ello cada vez que rezamos el Credo recordamos este artículo de fe cristiana: “(Jesucristo) vendrá de nuevo con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin”. El Juicio Final será la ratificación de la sentencia del Juicio Particular: los condenados seguirán en el Infierno, ahora, en cuerpo y alma. Lo mismo los salvados: seguirán en el Cielo, ahora en cuerpos gloriosos (resucitados). ¿Y los que están en el Purgatorio? Ya resucitados, pasarán al Cielo gloriosos en cuerpo y alma.

¿Qué sucederá después de la resurrección y del Juicio Universal?
El día del Juicio Final cerrará la existencia como la conocemos, cambiará todo totalmente. Ya no habrá más Purgatorio, pues la etapa de purificación habrá culminado y los purificados pasarán al Cielo, a la Jerusalén Celestial. Entonces habrá solamente Cielo para los salvados e Infierno para los condenados.
La Sagrada Escritura nos habla de “cielos nuevos y tierra nueva” y de “Jerusalén Celestial” (Ap. 21). El mundo actual como lo conocemos será profundamente purificado, transformado y renovado. Los cielos nuevos y tierra nueva estarán adaptados, en forma desconocida e inimaginable para nosotros, a nuestro nuevo estado de personas resucitadas en cuerpo y alma gloriosos, quienes viviremos en este nuevo estado para el resto del tiempo. Y el “resto del tiempo” será también transformado, pues ya no habrá tiempo, sino eternidad.
En la Vida Eterna en la Jerusalén Celestial moraremos con Dios y en Dios, y Dios morará con nosotros, en lo que será la felicidad perfecta y eterna... para siempre, siempre, siempre.

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